martes, 9 de abril de 2013

Llegit al blog d' Eduard Punset


Conexiones

Es muy raro que a estas alturas no sepamos absolutamente nada de dónde guardamos todo lo que supuestamente sabemos. En la Harvard Business School, en Boston, estuve esta mañana hablando con una científica que me explicaba que, gracias a las cantidades millonarias que se estaban invirtiendo por todo el mundo para salir de ese atolladero cognitivo, faltaba muy poco tiempo para descubrir eso que me preocupaba.
La verdad es que no pensaríamos gran cosa del conocimiento acumulado por un médico que pudiera dibujarnos cada hueso de nuestro cuerpo, pero que fuera incapaz de diseñar el esqueleto entero. Pues eso es lo que ocurre cuando intentamos desmenuzar nuestra actividad neural. Sabemos ahora que el gusano C. elegans(Caenorhabditis elegans), que un premio Nobel pudo estudiar durante años, tenía unas trescientas neuronas y unas siete mil conexiones que hacían de él lo que era. Seguimos los mismos pasos a la hora de definir la estructura neural del humano, pero nos tiene desconcertados el trabajar con miles de millones de conexiones en lugar de solo con siete mil. ¿Cómo construir ese mapa?
El esfuerzo no es nada descabellado. Imaginemos lo que daría de sí descifrar las conexiones de nuestrocerebro. Si fuera cierto que todas las experiencias de una vida están codificadas en las distintas conexiones cerebrales, no resultaría imposible descargar en un ordenador todo el diagrama neural, simulando luego mi mente o tu mente. Es más, de ser cierto que todos los recuerdos están codificados en grupos celulares, no debiéramos excluir la posibilidad de que un día no lejano bastara con entresacar un pedacito de tejido humano para poder comparar las distintas estructuras de conexiones cerebrales: las de gente sana con las de autistas, esquizofrénicos u afectados por otras enfermedades mentales.
En Boston he podido constatar que muchos científicos están a punto de descubrir cómo se conecta el genoma, cómo se doblan las proteínas y cuál es el diagrama completo del cerebro. Para ello recurren a la microscopía electrónica, a la modulación de imagen por ordenador con vistas a diseñar la más perfeccionada fotografía en tres dimensiones de la materia gris cortical jamás diseñada. Aún están lejos de dibujar la red entera del mapa cerebral, pero el camino ya está trazado.
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Mapa de las fibras nerviosas que conducen la información entre las células (imagen: Van J. Wedeen, M.D., MGH/Harvard University).
De momento han logrado confirmar algo que es característico del comportamiento humano. Una manera de ser que revolucionará el futuro. De la misma manera que en la Universidad de Columbia en estados Unidos, así como científicos londinenses, habían sugerido hace diez años, que la experiencia individual era susceptible de resquebrajar, deformar e instruir las estructuras cerebrales o genéticas, resulta que también la actividad neural –la información que viaja entre las distintas ramas neuronales– puede conseguir que cambien las conexiones. Una vez más, y en mundos distintos, se afectan la naturaleza y la cultura; los americanos lo llaman a este fenómeno ‘nurture‘, el encuentro entre ‘nature’ y ‘culture’.
Mientras intentan distraernos con rifirrafes sin sentido, vale la pena observar aquellos experimentos con los que la ciencia está comprobando la insospechada fuerza de la experiencia individual sobre la verdadera naturaleza de la gente. La división de ratones en dos grupos (unos con una madre que no cesaba de lamerlos y otros con una que los torturaba) sentó las bases de la importancia del entretenimiento y el amor en el conocimiento. La vida de los ratones bien tratados se prolongó más allá de lo que duró la vida de los maltratados.
El poder recién descubierto de la experiencia individual, frente a lo que se consideraba la herencia intocable de la genética o las conexiones cerebrales, abre compuertas insospechadas a las reformas educativas, médicas y sociales.
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    El círculo de la vida

    Los estudios científicos más recientes dan toda la razón a los partidarios de la dieta llamada ‘mediterránea’. Resulta que los infartos de miocardio, los ictus y las muertes debidas a accidentes cardiovasculares disminuyen un 30 por ciento si se sigue esta dieta. ¿En qué consiste? Básicamente se trata de una dieta rica en aceite de oliva, nueces, garbanzos, pescado, frutas y legumbres.
    Lo más sorprendente de todo es que se había previsto que la investigación durara muchos años, pero apenas iniciado el quinto año del experimento hubo que interrumpirlo porque había pruebas de sobra de lo que se buscaba. No parecía ético seguir investigando lo que, obviamente, ya resultaba evidente con las pruebas efectuadas.
    He traído a colación, repetidas veces, el recuerdo que se me quedó grabado después de que en Boston (Estados Unidos) un gran nutrólogo me recordara la importancia del cuidado de la dieta para prolongar la vida. Hace diez años, la gente no se lo creía. Los científicos, en la web del New England Journal of Medicine, acaban de corroborarlo y pregonarlo a los cuatro vientos.
    La dieta es, efectivamente, muy importante. Ahora se empieza a comprender lo que debiera llamarse el ‘círculo de la vida’. Los alimentos son la primera ‘píldora’ por donde todo empieza. Esa comida es fundamental a la hora de medir su impacto en el riego sanguíneo. Los siguen luego sus efectos sobre los órganos internos, como el hígado, o los externos, como la piel. Después vienen, lógicamente, la percepción que tienen los sentidos y los nervios de lo que se está comiendo. Y en función de esas percepciones se activan los mecanismos de decisión.

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